El protagonista es un antihéroe con pocas cosas rescatables, un villano
en un mundo de villanos, que actúa como tal sin remordimientos
precisamente porque es amoral. De todas formas, una cosa es lo que
nosotros desde nuestra subjetividad tengamos ganas de ver y otra la
realidad del personaje que, en esta ocasión, nos llena los ojos de
cristales porque es así como lo pretende el autor desde su propia
concepción de esa amoralidad impune. Nos han acostumbrado a que el
villano pague finalmente, porque eso es lo que permite a la sociedad
continuar en su Babia particular. Paga tanto como paga en la vida, el
cerdo que se come a sus crias porque tiene hambre. La realidad es justo
la que pinta Akhenazi y en pintar realidades sin edulcorar, no hay quien
le supere. Y es así de injusta y así de repugnante. Y así, a su manera y
como en todo hay grados, ese protagonista, tiene también sus códigos
porque todos los hombres somos una mezcla de bien y mal. Cuestión de
equilibrio universal. Morgana de Palacios